Durante el siglo XIX hubo una importante diversidad de escuelas, muchas creadas durante el Virreinato, como las que funcionaban en los pueblos de indios, que contaban con un profesor laico designado por la autoridad regional y eran costeadas por las cajas de comunidad. En ellas se enseñaba a leer y escribir, la doctrina cristiana y, en algunas ocasiones, aritmética y música. Con el paso del tiempo y las políticas liberales que pretendían la asimilación de los indígenas, fueron desapareciendo y a estos se les integró en las demás escuelas.
Las escuelas municipales eran muy similares, con la
diferencia de que las costeaba el ayuntamiento. El de Ciudad de México abrió la
primera en 1786: una escuela amiga municipal que ofrecía un buen salario a sus
profesores. Al poco tiempo de erigirse la nación independiente y tras adoptar
el sistema republicano de gobierno, el ayuntamiento abrió otras tres escuelas
en 1825, 1827 y 1829, respectivamente.
En este último año, la original escuela municipal fue incorporada
a la Compañía Lancasteriana, que empezaba a cobrar presencia luego de haber
sido fundada en Ciudad de México en 1822 en honor al inglés Joseph Lancaster,
quien popularizó la técnica pedagógica de la enseñanza mutua, en la que los
alumnos más avanzados instruyen a otros compañeros.
¿QUÉ ERAN LAS ESCUELAS “AMIGAS”?
Algunos temas eran considerados novedosos como historia antigua y moderna, mexicana y natural, geografía, aritmética y teneduría de libros, medicina doméstica, higiene, economía doméstica, e idiomas como inglés, francés e italiano; además de los principios del sistema republicano democrático que, era una extraña materia para la mitad de la población que no podía votar ni ejercer derechos de ciudadanía.
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